Donald Trump, conocido por su afición a la comida rápida, se detuvo este domingo en un McDonald’s en Feasterville-Trevose, Pensilvania, uno de los estados clave de cara a las elecciones del 5 de noviembre. Allí, el expresidente se colocó un delantal, se puso a freír patatas y atendió a los clientes a través de la ventanilla de autoservicio. «Me encanta McDonald’s. Me encantan los empleos», declaró Trump durante su visita, reafirmando su vínculo con la cadena de comida rápida, una de sus favoritas, donde su plato preferido son las patatas fritas.
Trump aprovechó su paso por el restaurante para criticar a su rival demócrata, Kamala Harris, aludiendo a la experiencia laboral de la vicepresidenta en un McDonald’s de Alameda, California, en el verano de 1983. Harris asegura haber trabajado allí para costear sus estudios en la Universidad de Howard, Washington. «Creo que es inapropiado cuando alguien dice que trabajó en un McDonald’s, pero nunca lo hizo», comentó el republicano.
Harris ha utilizado esta anécdota a menudo como un ejemplo de su cercanía con las clases trabajadoras, en contraposición a Trump, un magnate que heredó su fortuna. No obstante, varios medios han intentado, sin éxito, que McDonald’s confirme si Harris realmente trabajó en la franquicia hace 40 años.
La parada de Trump en McDonald’s no solo subraya su inclinación por conectar con los votantes comunes, sino que le permitió poner en cuestión la narrativa de Harris, tratando de reforzar su imagen como un candidato que entiende a la clase trabajadora, pese a su origen adinerado.