Imagen: Todos los presidentes de EEUU elegidos pese a tener menor voto popular-Álex Sánchez (leonoticias.com)
El sistema electoral estadounidense es un sistema de elección indirecta, en el que el Presidente no es elegido por el conjunto de los estadounidenses sino que su elección se hace estado por estado. Cada estado tiene derecho a un número de compromisarios en el llamado Colegio Electoral. Ese número es la suma de los senadores y los miembros de la Cámara de Representantes que corresponden a cada estado.
El número de senadores es el mismo para todos los estados, y el de representantes es proporcional a la población de cada uno: el estado con mayor número de representantes es California, con 55, mientras que los estados menos poblados (es el caso de Vermont o Delaware) sólo tienen tres.
El recuento no se hace a nivel nacional, sino en cada estado. Y el sistema que rige es el mayoritario: el candidato que gana en un estado se lleva a todos los compromisarios que corresponden a ese estado en el Colegio Electoral. Como el número total de integrantes del Colegio Electoral es 538, el candidato que consigue al menos 270 (mayoría absoluta) es el que logra la Presidencia. Por lo tanto, la estrategia de los partidos se centra en obtener el voto de esos estados con mayor número de compromisarios. Las únicas excepciones a este sistema mayoritario son Nebraska y Maine, que distribuyen el voto electoral de forma proporcional entre cada candidato de acuerdo al porcentaje de votos populares obtenido.
Este sistema puede dar lugar a una curiosa paradoja: que el que logre la mayoría de los votos en el Colegio Electoral haya conseguido, sin embargo, menos papeletas en el conjunto de Estados Unidos. Esto ha ocurrido en numerosas ocasiones, siendo la última la de 2016, en la que Donald Trump, pese a haber obtenido menos votos populares que su rival, Hillary Clinton, fue el vencedor de las elecciones.
John Quincy Adams (1824)
Esta peculiar situación se produjo por primera vez en 1824. En una Unión formada solo por 24 estados, John Quincy Adams se convirtió en el sexto presidente de Estados Unidos a pesar de que había obtenido casi 40.000 votos menos que Andrew Jackson. Tampoco ganó en el Colegio Electoral.
En aquella época había más partidos en la terna por el poder (es decir, no regía un sistema de partidos tan claramente bipartidista como el actual) y ninguno de ellos logró la mayoría del Colegio Electoral, por lo que la decisión se trasladó a la Cámara de Representantes, que es quien en última instancia elige al Presidente.
Allí, se produjo un pacto similar a los propios de nuestro país: Adams pactó con Clay, otro candidato minoritario, para ser elegido presidente, pese a tener menos votos y delegados electorales. En recompensa, Clay fue nombrado secretario de Estado.
Rutherford B. Hayes (1876)
Tampoco en 1876 alcanzó la mayoría de delegados ningún candidato, por lo que esta vez el Congreso delegó en la Corte Suprema, en un comité de representantes, jueces y senadores, otorgar la victoria. El demócrata Samuel Tilden tenía 184 votos electorales y 250.000 votos más que el republicano Rutherford B. Hayes, que tenía 164 votos electorales. Sin embargo, Hayes reclamó la victoria en tres estados, y la Corte Suprema terminó por darle la razón y hacerle presidente por un voto electoral de diferencia.
Esta decisión se tomó tras un pacto ‘secreto’ en el que Tilden apoyaba la presidencia de Hayes si este retiraba los ejércitos de la Unión de varios estados del sur, bastiones demócratas, donde permanecían tras la guerra de Secesión. Este acuerdo terminó con la disputa electoral, pero también provocó que la abolición de la esclavitud, que se hizo oficial en 1865, se tradujese en políticas discriminatorias de segregación y limitación de derechos para los afroamericanos en la región sur del país.
Benjamin Harrison (1888)
En una campaña marcada por las acusaciones de ambos partidos de compra de votos y de excluir a los afroamericanos del sur de las votaciones, el demócrata Cleveland y el republicano Harrison se midieron en las elecciones de 1888.
Aunque Cleveland ganó el voto popular con 90.500 votos más que Harrison (0,8% de diferencia), Benjamin Harrison obtuvo más delegados electorales y fue elegido presidente por 233 votos a 168 en el Colegio Electoral. La política arancelaria estuvo en el centro del debate, lo que hizo que estados clave del norte apoyasen a Harrison y Cleveland mantuviera su apoyo en el sur.
Cleveland terminaría regresando a la Casa Blanca cuatro años después, siendo el único presidente en la historia de EEUU, hasta la fecha, en gobernar durante dos periodos no consecutivos. Esto es lo que intenta Donald Trump en estas elecciones.
George W. Bush (2000)
No fue hasta más de cien años después cuando se produjo un caso similar al anterior. En este caso, los protagonistas fueron el candidato republicano George Bush hijo y el candidato demócrata Al Gore. Bush fue nombrado presidente en unos comicios decididos por apenas 537 votos.
Durante la noche electoral, el demócrata Al Gore obtuvo medio millón de votos más que Bush, pero en el Colegio Electoral todo estaba muy igualado. Sin embargo, y aunque los medios anunciaron que Al Gore había ganado en Florida, el recuento oficial demostró que Bush había conseguido apenas 537 votos más en el estado caribeño, lo que le daba la mayoría de delegados y, en consecuencia, la presidencia.
La derrota de los demócratas en Florida se produjo a consecuencia del caso Elián, el niño cubano que llegó a EEUU en 1999 en una travesía en la que perdió la vida su madre y que el gobierno estadounidense -en aquel momento, dirigido por Bill Clinton, del que Al Gore era vicepresidente- decidió que fuera devuelto a su país de origen. A raíz de aquel episodio, la comunidad latina decantó muchas papeletas a favor de Bush y acabó dándole la victoria ante los demócratas.
La decisión fue enormemente controvertida y de hecho se apeló ante la Corte Suprema, que tuvo que decidir si realizaba un segundo recuento condado por condado. Finalmente, la Corte Suprema falló, por 5 votos a 4, reconocer a Bush como presidente. Sin embargo, el asunto dio lugar a reformas en los sistemas de votación de varios estados e incluso se promulgó la Ley de Ayuda para América a Votar en 2002.
Donald Trump (2016)
El último precedente es de hace ocho años, y uno de sus protagonistas es el actual candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump. Fue el escándalo de mayor magnitud si atendemos a las diferencias en las cifras: Hillary Clinton obtuvo tres millones de votos más que Trump, pero el magnate rompió todos los pronósticos y fue elegido presidente al tener la mayoría de los delegados del Colegio Electoral: 304 frente a 227.
Aunque Clinton ganó holgadamente en estados muy poblados como California y Nueva York, la campaña de Trump se centró en obtener la victoria, aunque fuese por ventajas muy cortas, en estados tradicionalmente demócratas como Michigan, Pensilvania y Wisconsin, el llamado ‘Muro Azul’ -conocido así por el color tradicional asignado al Partido Demócrata-. Trump venció por un mínimo 0,2%, un 0,7% y un 0,8% de los votos respectivamente en esos estados, ganando los 46 delegados de esos estados que Clinton esperaba para ella. Por ello es tan importante hacerse con la victoria en los denominados Estados bisagra, que son aquellos que en unas elecciones pueden ser de mayoría demócrata y en las siguientes de mayoría republicana; y es precisamente por ello por lo que los esfuerzos de las campañas electorales se destinan a estos estados.