La semana pasada comenté el caso de traición de la joven vestal Tarpeya y hoy vamos a tratar a Medusa, otra sacerdotisa, pero injustamente castigada.
¿Quién es el monstruo?
Como en todos los mitos, siempre hay diversas variantes. Lo que está claro es que Medusa es la única gorgona mortal, hija de dos divinidades marinas llamadas Forcis y Ceto y hermana de Euríale y Esteno, ambas inmortales. Su apariencia no pasa desapercibida para nadie: cabellos de serpiente, agudos colmillos, alas y mirada que dejaba a cualquiera petrificado. A partir de aquí, se desconoce si Medusa conservaba este aspecto o era una joven hermosa que sufrió una metamorfosis contra su voluntad.
En cualquier caso, el sino de Medusa fue terrible. El relato más extendido es la violación llevada a cabo por el dios marítimo Poseidón en un templo consagrado a la diosa Atenea, provocando la ira de la divinidad por tal sacrilegio y convirtiéndola, así, en un monstruo.
Y es que, por si no fuera poco, apareció Perseo para acabar con ella por mandato o bien del malvado rey Polidectes (enamorado de la madre del héroe) o bien de la diosa Atenea. Así pues, Perseo desenvainó su espada, se sirvió de un espejo, para evitar su transformación en piedra, y decapitó a nuestra protagonista. Lo interesante de este suceso es el surgimiento de otras dos criaturas de su cuello: el caballo alado Pegaso y el gigante Crisaor, frutos, pues, de la violación.
¡Que Medusa nos proteja!
En el mundo clásico, esta figura de Medusa ha sido empleada con fines apotropaicos, es decir, alejar el mal, haciendo honor a la etimología de su nombre («guardiana, protectora»). De tal forma, se aprecia en el arte con las esculturas y pinturas en cerámica en un gesto de sacar la lengua.
Incluso, sus contextos de aparición son variopintos, abarcando desde los cotidianos hasta los bélicos, con un mismo fin: espantar a los que se atreviesen a entrar en algún lugar o enfrentarse a una persona. Por ende, los encontramos en suelos de casas, puertas, panaderías y en corazas y escudos de generales (véase a Alejandro Magno en el mosaico de la Batalla de Issos) o de la diosa Atenea, la cual también usó la sangre procedente de la vena derecha de la gorgona para resucitar a Asclepio, el dios de la medicina.
Dos formas de reivindicación
Actualmente, el mito nos ha llevado a dos maneras de entender el rol de Medusa: una enfatiza su papel de víctima de los abusos de los dos dioses (Poseidón y Atenea) y no villana y, otra, el mito invertido de ser ella la asesina de Perseo.
Estas manifestaciones están patentes en el mundo audiovisual no solamente en la parte estética evidente de juego de efectos especiales, abandonando la caracterización de monstruosidad a una mujer esbelta, sino también de evolución a una humanización del personaje. Por ejemplo, la diferencia es clara en una misma saga como es Percy Jackson y el cambio del retrato psicológico de Medusa de la película Percy Jackson y el ladrón del rayo a la serie Percy Jackson y los dioses del Olimpo en el episodio tres de la primera temporada.
Asimismo, se ha convertido en un símbolo de empoderamiento femenino, tal y como refleja el artista italiano-argentino Luciano Garbati, con su escultura Medusa con la cabeza de Perseo, emplazada delante del Tribunal Penal de Justicia de Nueva York a modo de visibilización de los casos de abusos que abandera el movimiento Me Too.
En suma, Medusa representa a una víctima de un duro castigo por parte de las divinidades, dejando de piedra tanto a cualquier individuo de la época como a nosotros, los lectores, por su horrorosa historia.
