O lo que viene a ser, sin ponerse tan epatante citando en gabachois, «el que venga detrás, ¡que arree!». Que bien puede entrar en unión con un refrán clásico acerca de las deposiciones fisiológicas y el tiempo que a uno le queda en el cenobio. ¡Que ya habrá alguien que venga a limpiar lo que yo he ensuciado! Un regalito para la posteridad. Total, ¡no me voy yo a encargar de las deposiciones y purines varios con que dejo el lugar aromatizado! La verdad sea dicha, todo suena más fino en la lengua de los vecinos de allende los Pirineos. Aquí Vds., que tienen la paciencia de leerme cada lunes, seguro que son muy jóvenes y ya no recuerdan un anuncio donde se oía decir sobre unas imágenes, algo como: «Mauricie Lacroix: agte de pulsega» (ya saben que lo de la erre se le da al francés regulinchi). Y un día piensas que, claro, no quedaría nada glamuroso hacer el mismo anuncio con las mismas imágenes, pero con la voz diciendo: «Mauricio La Cruz: relojes». Que es lo mismo, pero que no es igual, para qué vamos a negallo. La frase que intitula esta reflexión semanal fue atribuida a La Pompadour para animar tras una batalla al rey Luis XV, al que otros le atribuyen lo que parece que viene de un viejo proverbio francés: «Después de mí, el diluvio».
¿Y toda esta serie de circunloquios y disquisiciones a qué viene? Pues que cada día veo más a nuestro presidente del gobierno, el enamorado Pedro Sánchez, no sé si como la Pompadour (que de amar también sabía un rato), o más como un Luis XV. Aunque él parece que tira más al anterior numeral, el de su solar bisabuelo, por aquello de «El Estado soy yo». En el caso de Sánchez, la democracia es él, claro. Eso sí, no me sean malos y se les venga a la cabeza la imagen de don Pedro con un pelucón ensortijado empolvado y vestido de miriñaques y look de cantantes binaries eurovisivos. Que la cosa va de que parece que da igual lo que pueda pasar tras su atilesco paso por el poder. A costa de su propia opinión, de las promesas a tirios y troyanos, de su partido, y del sursuncorda. Porque pase lo que pase en regiones de España como las del País Vasco o en Cataluña, donde las opciones separatistas aparentemente no se han disparado en sus parlamentos autonómicos y locales, sí lo ha hecho la ilusión de pasar a ser nacionales e independientes pese a todo. Y con el temor a que Sánchez les apoye (¡recordemos Pamplona!) aún en detrimento de la nación que gobierna.
El gasto público se dispara
El gasto público se dispara como si la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre pudiera dedicarse a voluntad a hacer papelitos, fotocopias de euretes, con máquinas de ciclostil. Como si fueran billetes del Monopoly o, mucho más patrios y bonitos, de Mortadelos (y con el mismo valor real). Entre la tradicional visión socialista de que el dinero público no es de nadie, y que se ha aumentado la deuda en la apabullante cifra de 500.000 millones de nada desde la llegada de la Pompadour… ¡de Sánchez, quiero decir!, a la presidencia. Con las concesiones que se hacen de manera espuria a los aliados circunstanciales para poderse mantener en el poder cueste lo que cueste (¡y comienza a costar un Potosí!); y con el ambiente político con el que se quiere dejar en evidencia que laderechaylaultraderecha (se me lea todo de corrido y siempre siempre junto) es lo peor que le podrá pasar a España, esa España donde sólo la democracia está a salvo si gobierna una parte y, además, contra la otra…
Pues qué quieren que les diga. Pero me da que tras leerle la carta a su amadísima Begoña, ésta fue la que le tranquilizó a su adorado Pedro, tranquilizándole susurrádole al oído: «Pedro, no te me agobies: ¡después de nosotros…!». ¿Alguien sabe el número de un tal Noé? Es para una cosilla…
1 comentario en “Après nous, le delúge!”
Es buenísimo, Javier, al fin te leo por aquí.