Madrid es en general una ciudad bastante monumental. Por sus calles se pueden observar decenas de grandes construcciones y obras que ya han pasado a lo atemporal.
Desde el Palacio Real a la Catedral de la Almudena, pasando sin duda por el Parque del Retiro o la Plaza Mayor. Pero más allá de estas grandes obras, la ciudad está también repleta de pequeños detalles curiosos que hacen resaltar aún más la capital como un lugar no sólo digo de estudio, sino de obligatoria atención.
Felipe IV
Uno de estos detalles curiosos, si cabe uno de los más interesantes, se encuentra en la estatua ecuestre de Felipe IV. Esta estatua fue construida en 1640 por orden del propio Felipe IV, que trataba de engrandecer su figura a través de un porte militar, clásicamente asociado a este tipo de estatuas.
Lo curioso, en cualquier caso, es que esta estatua fue construida por al arquitecto italiano Pietro Tacca, inspirándose en un diseño de Diego Velázquez, siendo la primera estatua ecuestre del mundo en posición de «En corveta». Es decir, con las patas delanteras alzadas y apoyándose únicamente en las traseras.
En la época causó sensación y se convirtió en un motivo de alabanza ya no sólo para los ciudadanos de Madrid, sino dentro del mundo artístico de la Europa contemporánea.
Galileo Galilei
Ahora bien ¿Por qué no se había hecho una estatua «en corveta» antes? Esto se debía a la complicación a la hora de seleccionar los materiales, pues si tenía mucho peso en la parte delantera, la escultura acabaría quebrando.
Para encontrar una solución, se pidió consejo al físico y matemático Galileo Galilei, que según la leyenda ayudó con los cálculos. El pisano le dijo a Tacca que debía dejar huecas las patas delanteras y utilizar el rabo del caballo como una tercera pata trasera. Así, la estatua lograría tener el equilibrio suficiente para poder sostenerse de forma autónoma.
Con esta idea se logró la maravilla escultórica que es esta estatua. Y aunque esté un poco olvidada, siempre que se pase por el Parque del Oriente se debería observar al menos un poco, aunque sea para comprobar si Galileo tenía razón y no se cae.