El mal tiene muchas formas que serpentean normalmente y pululan a nuestra vera, en derredor, debajo de nosotros o a veces nos anteceden o nos persiguen. Al sur de Argos, en la ínclita península del Peloponeso, había unas fuentes y un lago con el nombre de Lerna donde es fama que habitaba una monstruosa serpiente de muchas cabezas: esta, a menudo, ha sido llamada hidra y en cierto modo es la personificación de todos los males y terrores que asuelan la humanidad. Y es que esta hidra, que habitaba cerca del medio hídrico mencionado, era una sierpe ponzoñosa como también lo son la mentira y la insidia, o como lo son las calumnias que se multiplican sin parar, cuando uno intenta hacerles frentes, casi sin que pueda hacer nada por detenerlas.
Vivía la hidra, como no podía ser de otra manera, en el lugar transmisor de todo tipo de mensajes entre mundos, a veces muy negativos, como es un lago. Se dice que por excelencia las aguas estancadas son lugares de paso: normalmente son concebidas por diversas culturas –y los antiguos griegos no eran una excepción– como lugares paso al más allá, como bien sabe Dioniso el del lago o el del puerto, llamado Limneo, y otras deidades o entidades que pululan por esas aguas oscuras y que no fluyen. Otro mundo son ya los divinos ríos, cornudos en la mitología griega, y dioses en diversas latitudes. Inquietantes son esas aguas que, en cambio, que se quedan calmas y de las que a veces sale un gran lagarto o una mano portadora de una espada, una hermosa hada del lago o algún tipo de criatura más terrorífica todavía.
El segundo trabajo de Hércules
Tal fue, en suma, el escenario del segundo trabajo del héroe Hércules, el de la Hidra de Lerna. El gran motivo mítico y folclórico del héroe que lucha contra un dragón está atestiguado en todas las mitologías como en todas las latitudes, aunque con muy diferentes tonos y simbolismos: este es uno de sus momentos estelares. No siempre el dragón es negativo, como en las culturas del Oriente, pero siempre es una encarnación de un poder sobrehumano, relacionado con la naturaleza evidente o con la oculta, a veces del agua, del aire o de la tierra, que hay que temer y respetar. En el caso de la hidra de Lerna, se trataba de un ser terrorífico cuyas cabezas pululaban por los bosques de las inmediaciones y hacían estragos entre personas y animales. Por eso fue el segundo trabajo imposible que, con aviesa intención de que no pudiera ser cumplido, le destinó a Heracles su primo, el malhadado rey de Tirinto Euristeo. Lo pintó maravillosamente bien Gustave Moreau en 1876 con pinceladas simbolistas y en el Prado tenemos la estupenda versión de Zurbarán. Hércules, como otros muchos héroes del tipo de San Jorge, acometió al monstruo serpentino con el filo de una espada y tajó sus cabezas una tras otra. Pero, para su desazón, del tocón corpóreo que quedaba después de cortar una cabeza brotaban multiplicadas nuevas testas terroríficas, por lo que esta estrategia se mostró fallida y contraproducente.
Aquí es donde se introduce otra figura clave del ciclo heroico: el auxiliar del héroe, el escudero, el Sancho de Hércules o su Robin, si en vez del soñador Don Quijote le equiparamos al sombrío Caballero Oscuro de Gotham City. Este era su sobrino Yolao, que hace las funciones de joven aprendiz de héroe. Luego tendrá también su propia peripecia heroica y justiciera, por ejemplo, en la tragedia de Eurípides Los Heraclidas, donde aparece como líder de su gente en una aventura después de la muerte del héroe. En el ciclo bio-mitológico de los héroes hay edades de aprendizaje y edades de magisterio: el joven padawan llegará a ser jedi y maestro jubilado o desvanecido. En todo caso, aquí la de Yolao fue una edad de aprendizaje total, y salió fortalecido (eso, independientemente de los rumores sobre que este aprendizaje heroico por parte de su tío también incluyese algún tipo de iniciación sexual) con su hazaña de auxiliar. Es Yolao el ayudante en este momento decisivo que hace frente junto con el héroe al monstruo de muchas cabezas: mientras Hércules va tajando inmisericordemente, una tras otra, las cabezas, el quema los muñones con una antorcha para que las heridas se cautericen y no vuelvan a salir más terribles y multiplicados los males. Es fama que este trabajo conllevó la descalificación del héroe por parte de su quejicoso primo, precisamente por la ayuda de Yolao. Pero eso es otra historia que será contada en otra ocasión.
