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24 Nov 2024
24 Nov 2024
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El origen del término «canícula»: un calor de perros

Durante estos días hemos escuchado mucho el término “canícula”, cuyos efectos también lo experimentaron griegos y romanos

El calor abrasador que nos persigue desde el 15 de julio (hasta el 15 de agosto, en teoría) es producto de un fenómeno astronómico con repercusiones fatales en la naturaleza, humanos y animales. Por eso, tanto en Grecia como en Roma, ajustaban sus actividades agrarias y se preparaban para la protección de sus cultivos, ganados y, lo más importante, su salud.

Cave canem

El término “canícula” proviene del latín canis + el sufijo de diminutivo -cula, que significa “perrito, perro pequeño”, haciendo referencia a la constelación Canis Maior (“Can Mayor”) y a su estrella más brillante del cielo nocturno, Sirio (Seirios en griego antiguo, “ardiente”). En la mitología clásica, Sirio fue el perro del cazador gigante Orión.

Se denominaban dies Caniculares a los días más calurosos del verano y coincidían con el orto helíaco de Sirio, es decir, su aparición en el horizonte al amanecer. La duración aproximada es similar a la actual a mediados o finales de julio hasta las mismas fechas en agosto.

Además, ejecutaban ritos específicos a las divinidades con el fin de evitar las consecuencias inevitables de este periodo como son sequía, plagas o enfermedades. Por ejemplo, en Roma, hallamos la festividad de las Robigales (25 de abril) encomendada a Robigo, un/a dios/a arcaico, en la que, tras una procesión, se sacrificaba un perro o las Neptunalia (23 de julio) realizadas en honor al dios del mar Neptuno para pedir lluvias.

Tempus fugit, sed calor manet (“El tiempo pasa, pero el calor permanece”)

Los autores clásicos se hicieron eco de estas altas temperaturas (y seguramente también las sufrieron) en algunas referencias textuales que hemos conservado.

Homero ya nos atestigua en la Ilíada (canto XXII, vv. 25-31) la comparación del héroe Aquiles con la estrella Sirio por su doble sentido positivo y negativo: “y ella es la más brillante, pero es mal signo, y produce mucha fiebre a los míseros mortales”. Por otro lado, Hesíodo en su poema didáctico Trabajos y días (vv. 581-614) aconseja la mejor manera de sobrellevar esta estación para los agricultores como estar a la sombra de una roca, comer pan y carne y beber vino y leche de cabra.

En cuanto a las fuentes latinas, Virgilio en la obra de las Geórgicas (libro II, v. 353) califica a la canícula de la siguiente forma: ubi hiulca siti findit Canis aestifer arua (“cuando el ardiente Perro agrieta los campos resecos por la sed”) y describe la colocación de grandes piedras en las plantas a modo de defensa de este calor estival y de las fuertes lluvias. Asimismo, Plinio el Viejo en su Historia natural (libro II, secciones 107 y 123) explica su aparición e impactos naturales: fervent maria exoriente eo, fluctuant in cellis vina, moventur stagna (“los mares hierven cuando él sale, los vinos se agitan en las bodegas, los estanques se mueven”); sole primam partem leonis ingrediente, qui dies XV ante Augustas kalendas est (“cuando el sol entra en la primera parte de Leo: que es el decimoquinto día antes de las Kalendas de agosto -18 de julio-”).

Al igual que nuestros antepasados, no nos queda otra que afrontar esta ola de calor como mejor podamos, puesto que, por el momento, no tenemos la capacidad de vencer a la caprichosa Naturaleza dominadora.

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