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4 Jul 2024
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El verdadero rostro de Hollywood

El cine, más allá de sus posibilidades espirituales, también es una industria; y es momento de que hablemos de una vez de esa falsa “Meca”

El cine hermético es un arte (ars), una técnica (tékne) en el sentido aristotélico de la expresión, puesto que despliega todo un conocimiento gnóstico (es decir: esoterismo cristiano basado en fuentes egipcias que antes alimentaron a la filosofía platónica) por medio de un oficio reservado a artesanos, que a su vez requiere de mecenas para financiarse, igual que ocurría con las grandes obras del Renacimiento; en definitiva, el cine, más allá de sus posibilidades espirituales, también es una industria; y es momento de que hablemos de una vez de la industria del cine, esa falsa “Meca”, con total claridad, puesto que ese Bosque-Sagrado lleva más de un siglo programando los sueños y deseos más ocultos de Occidente.

Para Joan Didion, “Hollywood es la última sociedad estable que queda”; aserto válido al menos cuando ella escribió sus crónicas y reportajes del mismo. Un mundo de por sí hermético, que contiene toda una “gramática”, en palabras de Scott Fitzgerald (uno de sus ángeles caídos), para el cual eran “apenas un puñado de personas” aquellos capaces de entender “toda la ecuación de imágenes”. Para el mago Aleister Crowley, reconocido inspirador de ese mundo exclusivo y “púrpura”, Hollywood no era más que “un grupo de cocainómanos y maníacos sexuales”; para nosotros, sin embargo, significa mucho más: capital mundial de la depravación desde la Era del Jazz en los “felices años 20” hasta la muerte de River Phoenix a las puertas de The Viper Room en 1993. ¿Por qué fundar esa colosal Babilonia Terrenal en un clima desértico? Según David Thomson, “El cine se enamoró del amor gracias a la luz de California”. Todo se debía, una vez más, a la luz y su evidente simbología luciferina, tan propia de los sirvientes de Baphomet.

Aparentemente, el origen del término Hollywood hace referencia a un bosque de acebo, por la planta de aspecto navideño que los celtas veneraban y que se incluye en su célebre letrero en la colina del Monte Lee; y, sin embargo, existe otra traducción o interpretación de lo mismo que señala a Hollywood como lo que es: un Bosque Sagrado (Holly-Wood). Todo aquello que, en otros ámbitos, resultaría obsceno e intolerable, una inversión maligna de las costumbres establecidas, es aquello que la industria del cine ha sabido hacer aceptable para las grandes mayorías: por eso afirmarnos convencidos que la hipnosis del siglo XIX da su paso efectivo al siglo XX a través de la sugestión y la manipulación oníricas. Hablar de “fábrica de sueños” o de “magia del cine” resulta mucho más preciso de lo que parece; de lo que se trata, entonces, es de determinar si hablamos de magia negra o de magia blanca.

La industria del cine propuso una comunidad más allá de lo comunitario: los creadores del primer cine fueron un grupo de arribistas y desarraigados, de individualistas y pioneros, hombres de genio y amantes de la vida, adictos y pervertidos, autodidactas de todo y maestros innegables en el arte de narrarse a sí mismos; son los primeros colonos de algo que va más allá del simple paganismo o del tan manido satanismo: un seísmo en el imaginario contemporáneo que emana de la relación con la Naturaleza, de una fuerza sexual que despierta el espíritu por medio del desborde físico, invocando el espíritu femenino y reprimido durante siglos en Occidente: es Shakti y la Puta de Babilonia, es la Mujer Escarlata y la pareja de la Bestia.

Consideramos evidente la vinculación entre la industria de la pornografía, que en buena medida ha destruido el cine, y la magia negra, como intento por dominar las partes más bajas de la psique humana a escala global. Satán (el “Shaitán” de los yazidíes), que antes fue el egipcio Set, es un arquetipo atemporal que forma parte de la estructura simbólica de todo imaginario religioso y cultural. Es El Señor de las Tinieblas, como lo denominó Kenneth Grant: aquel que pretende subvertir a Dios; su imagen arquetípica, la perfecta encarnación de la amoralidad y del Mal.

El Caos se encuentra asociado a lo que conocemos como magia práctica, en buena parte derivada de la Cábala y capaz de nombrar —y, por ende, de controlar— al propio Dios; habilitada, incluso, para crear una criatura a su imagen y semejanza, blasfemamente: el Gólem protector; y que, en términos esotéricos, se conoce como Vía de la Mano Izquierda (en sánscrito: vāmāchāra): la senda de la magia, que es también la senda del cine, porque si la alquimia se basa en la analogía, tal y como apunta Eliphas Lévi en su famoso manual, el cine se basa en la asociación más o menos consciente de ideas encarnadas a través de la puesta en escena. No en vano el cine nació en 1895, de la mano de los Hermanos Luz (“Lumière”), en el año en que Freud publicó La interpretación de los sueños; algo que, desde nuestros presupuestos, consideramos que tampoco puede ser casual.

El cambio cultural descrito por Kenneth Anger en Hollywood Babilonia (1959, 1984), y del que salió la mal llamada “contracultura” californiana liderada por personajes tan dudosos como Aldous Huxley, Albert Hoffman y Timothy Leary, ocurrió muy cerca del Bosque Sagrado, y sin duda no dejó a la capital mundial de la macabra ecúmene contra-iniciática fuera de su operación de tránsito hacia un nuevo tiempo: la Era de Acuario, el Eón de Horus, otra forma de denominar a la Edad del Espíritu (véase: Joaquín de Fiore).

No es casualidad, por concluir, que la “Bestia” Crowley, el fundador de la Iglesia de Satán Anton LaVey, su discípulo renegado Michael Aquino, el padre de la cienciología L. Ron Hubbard o el famoso líder de “La Familia” Charles Manson pasaran, de una forma o de otra, por Hollywood, dejando allí su impronta, en un tiempo donde la música pop y el cine eran capaces de modelar el imaginario mundial con un alcance y una potencia sin parangón en la Historia universal. Es justo por eso que, para muchos, el Bosque Sagrado es, antes que el Reino de la Luz, una expresión de la Logia Negra de la oscuridad.

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