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27 Dic 2024
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Una novela para mentirosos: Javier Marías y el engaño

Mañana en la batalla piensa en mí es una novela sobre el engaño, la muerte y sobre lo que le ocultamos a los demás y a nosotros mismos

Javier Marías nos lanzó una advertencia con un mensaje claro en forma de novela hace más de veinte años: una vida tiene tanto de mentira como de realidad a ojos de los demás. Mañana en la batalla piensa en mí nos habla de esto. La cultura de la sobreexposición, en parte debido a la dependencia de las redes sociales y a compartir nuestra vida diaria online, ha creado una imagen difusa sobre nuestra propia privacidad y acerca de lo que conocemos o creemos conocer de los demás. Miles de personajes públicos cuelgan la etiqueta de “verdadera” a una vida compartida a través de una pantalla. En realidad, somos conscientes de que lo que compartimos en las redes o con los demás no se corresponde casi nunca con una verdad absoluta de los hechos.

“Que fatiga la clandestinidad… a un amigo se le oculta una cosa y a otro otra distinta de la que el primero está al tanto”

El argumento de Mañana en la batalla piensa en mí es ingenioso, podría incluso decirse que brillante: Víctor Francés, guionista y escritor, acude a tener una cita con Marta Téllez, mujer casada y con un hijo, a su apartamento. Una vez allí, ella muere de forma repentina, quedándose el protagonista en medio de una encrucijada moral a la que se le dedican más de cincuenta páginas de reflexión: ¿debe abandonar la residencia con su hijo de dos años dentro o avisar a alguien descubriendo la doble vida de la recién difunta con las consecuencias que esto acarrearía? Tan sólo él sabía lo sucedido, y, por tanto, su realidad era únicamente una historia compartida con el mismo.

Esta primera decisión engloba el carácter de la novela. Javier Marías nos muestra de qué manera las decisiones que debemos tomar a lo largo de nuestra vida conllevan una serie de consecuencias, que resultan siempre incalculables debido a lo que el destino tiene de azaroso. A partir de esta idea, la novela se basa en una serie de engaños entrelazados entre sí, de verdades contadas a medias y de realidades que convergen en algunos puntos, pero cuyas historias se disipan en las vivencias particulares de cada uno de sus protagonistas. Víctor Francés, por tanto, nos narra los sucesos posteriores a este trágico acontecimiento y las dudas que le surgen de su propio comportamiento.

La mentira se ve como parte fundamental del ser humano. A veces, como un escudo protector o encubridor de lo que está mal, pero otras, como un acto de cortesía o de simple desinformación a los demás sobre uno mismo: “No es de buena educación ni civilizado darse al conocer del todo, no digamos enseñar las manías y lacras”. Javier Marías pone sobre la mesa la imposibilidad de conocer del todo a otra persona, por mucha cercanía que exista entre las dos y por muy tenaz que sea su vínculo. Esta reflexión va adquiriendo diferentes matices a lo largo que avanza la novela. Víctor Francés cuenta la decisión que toma esa noche y narra sus días posteriores a través de un monólogo interno que cobra la forma de un ensayo por momentos en el texto, monólogo que le sirve de reflexión acerca del comportamiento humano.

Los recuerdos y las formas que estos adquieren en nuestra mente le preocupan al protagonista. La nula capacidad que tenemos de alterar los recuerdos y las vivencias de los demás se anteponen a nuestras propias vivencias, que parecen estar en constante cambio, a pesar de que el pasado siempre se ha presentado como algo inamovible.

“Creemos poder contar nuestras vidas de manera más o menos razonada y cabal, pero cuando empezamos sabemos que estamos llenos de historias incompletas»

De esta forma, el relato de Víctor es en ocasiones confuso y entrecortado. Poner en palabras un pensamiento es difícil, por lo que para representar con fidelidad el proceso es necesario este caos aparente. Esto hace que la novela sea asfixiante, resultando esto quizás su punto más débil. Las amplias reflexiones acaban otorgándole una pesadez al relato que atrapa a un lector que puede acabar exhausto, pero que siempre puede recurrir a la belleza de la prosa de Javier Marías como chaleco salvavidas.

El final de la obra es clarificador: se desentraña la realidad de cada personaje y Víctor completa el rompecabezas de lo que sucedió esa noche, teniendo la posibilidad de observar de qué forma su decisión trastocó al entorno de Marta Téllez: familiares, marido, hijo y amigos. Todos ellos ocultaban algo, y es que la vida de los demás (y la nuestra propia) nunca se acerca a la imagen que se proyecta en el mundo. Al final, parece que la serie de actos cometidos por Víctor Francés tras la muerte de su amante pudieron remediar de alguna forma el pasado y cambiar el destino, aunque siempre haya una incertidumbre o duda alrededor de lo que fue y lo que pudo haber sido.

Mañana en la batalla piensa en mí puede convertirse en una fiel compañera vital o en una mancha en el recuerdo del lector o lectora que decida emprender el arduo camino de sumergirse entre sus páginas. Víctor reflexiona sobre este matiz de la memoria en uno de los puntos más desgarradores de la novela, mientras trata de acordarse de personas y lugares que marcaron su vida y su infancia. Esperemos que, al menos, Javier Marías haya conseguido con esta obra tener un hueco, por pequeño que sea, en el recuerdo de algún lector.

“Que desgracia saber tu nombre, aunque ya no conozca tu rostro mañana, los nombres no cambian y se quedan fijos en la memoria cuando se quedan, sin que nadie pueda arrancarlos. Mi cabeza está llena de nombres cuyos rostros he olvidado o sólo una mancha flotando en un paisaje, una calle, una casa, una edad o una pantalla”.

La ficción y el engaño: hechos de la misma materia prima

El 2 de agosto de 1995 en Caracas, Javier Marías es galardonado en la ceremonia de entrega del Premio Internacional Rómulo Gallegos por su obra Mañana en la batalla piensa en mí, pronunciando un celebrado discurso:

“Sherlock Holmes ha sucedido en mayor medida que la Reina Victoria, porque además sigue sucediendo una vez y otra, como si fuera un rito”.

Cargado de frases llenas de ingenio, Javier Marías reivindica en este discurso el papel de la ficción, que no deja de ser el papel que el engaño tiene en nuestras vidas. La Reina Victoria ha existido en la realidad mientras que Sherlock Holmes lo hace en la ficción, pero la historia de este último parece que se ha reiterado muchas más veces en el tiempo y ha pervivido más allá de su vida marcada. Al leer algo de ficción ya no sabemos a qué atenernos: sabemos que lo que leemos solo tiene poder en nuestra imaginación, pero si lo compartimos con otros y este relato nos acompaña, comenzamos a dudar sobre si ciertos aspectos son reales, al menos mientras nosotros lo hemos decidido así.

De igual forma sucede con nuestra vida. Cada uno de nosotros habita nuestra propia realidad, pero al descubrir un engaño, como el de la novela, se nos abren infinitas posibilidades de vivencias que han girado entorno al mismo acontecimiento, pero que desconocíamos hasta entonces. Nuestros recuerdos se tambalean y lo estable parece que comienza a sostenerse sobre un pilar endeble. El engaño y la ficción, una vez se nos ponen delante sin tapujos, dejan en nuestra mano la decisión de qué realidad habitar y recordar. Javier Marías deja esta reflexión para la historia sobre el engaño y la ficción en este magistral discurso:

“Y cuando descubrimos que algo no era como lo vivimos —un amor o una amistad (…) se nos aparece en la vida real ese dilema que tanto puede atormentarnos y que en gran medida es el territorio de la ficción: ya no sabemos cómo fue verdaderamente lo que parecía seguro, ya no sabemos cómo vivimos lo que vivimos (…) El engaño y su descubrimiento nos hace ver que el pasado también es mutable y movedizo”.

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