Entre las películas más anticipadas de este año, Deadpool y Lobezno se erige como un evento cinematográfico clave. Esta cinta no solo marca la entrada de Deadpool en el universo de Marvel Studios, ahora bajo el paraguas de Disney, sino que también lo une con Wolverine, un personaje icónico del género, magistralmente interpretado por Hugh Jackman. El anuncio de esta película, junto con su elenco y dirección, fue una de las mayores sorpresas para la audiencia, prometiendo una unión histórica.
¿Un renacer de Marvel Studios?
Después de verla, puedo afirmar con certeza que Deadpool es el Jesucristo de Marvel Studios, como Ryan Reynolds se burla en la película. En un contexto donde Marvel ha atravesado un período mediocre, esta obra no se erige como una gran película ni como un evento que revolucionará el género, pero sí ofrece un producto digno de entretenimiento, diversión y desconexión mental. Con humor negro y chistes que lanzan dardos a la sociedad, el wokismo y a marcas como Disney, Marvel y Fox, el guion, sus diálogos y la comedia ácida son, sin duda, el mayor acierto de la película. A pesar de los temores de una posible dulcificación por parte de Disney, esto no ha ocurrido.
En una sociedad cada vez más frágil y controlada, encontrar una obra como esta es refrescante. Aunque no innova y abusa del fanservice y de clímax predecibles, ofrece sorpresas y cameos que, a pesar de todo, van directo al grano y proporcionan una experiencia positiva para el espectador, especialmente para los fans de Marvel.
La violencia sigue presente, con más sangre y acción, aunque se echa en falta más brutalidad entre los personajes. Veremos a un Wolverine enrabietado desahogarse con sus cuchillas y a Deadpool haciendo de las suyas con sus katanas y pistolas, ofreciendo muertes satisfactorias que dejan al espectador con una sonrisa en el rostro.
No obstante, la película no es perfecta. Es irregular y tiene serios problemas de ritmo que lastran la experiencia. El aspecto cinematográfico es a menudo pobre, y en muchos momentos parece de menor nivel. La crítica de Martin Scorsese de que Marvel es un parque de atracciones se ajusta perfectamente aquí, aunque no como algo negativo, sino como un elogio. Las dos primeras películas de Deadpool se sienten más sólidas y redondas, con secuencias de acción más cuidadas y memorables, aunque esta entrega también tiene buenas escenas de acción y sorpresas.
¿Ha cumplido entonces las expectativas?
En gran parte, sí. La sensación general es positiva, aunque se podría haber exigido más en algunos aspectos, como la fotografía y el uso cinematográfico, que a menudo parecen de menor escala. Un ejemplo es una escena importante que ocurre en una calle con un fondo y una escenografía que se sienten baratos, algo inexcusable para una película de 200 millones de dólares.
La dirección de Shawn Levy es peculiar, ya que la mayoría de sus obras han sido comedias mediocres, aunque recientemente ha traído películas más sólidas como «Acero Puro» y «Free Guy». Levy ha hecho un buen trabajo, aunque mejorable, y con un director de fotografía y un equipo técnico más talentoso, la película hubiera ganado más. La banda sonora acompaña, pero más por el uso de canciones de los 70/80.
Podemos decir que Deadpool ha salvado un poco los pecados recientes de Marvel, ofreciendo un oasis donde podemos descansar y disfrutar. Sin embargo, no es un evento que aporte al futuro de Marvel, sino simplemente un grano de arena en una larga playa que aún tenemos que recorrer. Ryan Reynolds y compañía nos han dado una pausa refrescante en este camino por no abrazar jamás lo políticamente correcto. Me ha gustado, pero no tanto como esperaba. Un buen 7/10. La próxima, espero aún más de lo que sé que pueden ofrecer.