Un informe no verificado del que se ha hecho eco el medio británico The Sun señala que el expresidente sirio Bashar Al-Assad ha sido víctima de un intento de asesinato por envenenamiento en Rusia, país en el que reside bajo la protección del gobierno de Vladimir Putin desde el pasado 8 de diciembre de 2024. De acuerdo a la información revelada, Al-Assad enfermó repentinamente el domingo, presentando síntomas como tos violenta y asfixia.
Según el mismo medio, desde el entorno del expresidente sirio se solicitó una inmediata asistencia médica y, tras recibir los primeros auxilios, su condición empezó a estabilizarse a partir del lunes por la noche. Las pruebas realizadas habrían detectado rastros de una sustancia venenosa en su organismo, aunque el informe no cita ninguna fuente y no ha habido confirmación por parte de Rusia.
Nuevo gobierno islamista en Siria
El panorama que se vislumbra en Siria para 2025 bajo el nuevo gobierno islamista liderado por Hayat Tahrir al-Sham (HTS) está plagado de incertidumbre. Las perspectivas a largo plazo tras la toma de control del Gobierno por parte de los insurgentes islamistas revelan serios desafíos en áreas clave como la economía, política y derechos humanos, que amenazan con sumir al país en una nueva etapa de inestabilidad.
El ascenso de HTS al poder, encabezado por Ahmed Al Shara, conocido anteriormente como Abu Mohammad al-Julani, ha suscitado preocupaciones tanto dentro como fuera de Siria. Si bien Al Shara ha prometido inclusividad y reconciliación, su historial de gobierno en Idlib, una región controlada por HTS durante siete años, revela un enfoque autoritario marcado por la represión de opositores y la imposición de su visión islamista.
El gobierno interino, liderado por Mohammad al-Bashir, enfrenta el desafío monumental de construir instituciones funcionales tras casi 14 años de guerra civil. Sin embargo, los primeros movimientos del régimen sugieren que se priorizará la consolidación del poder por encima de la reconciliación nacional. Esto pone en riesgo la estabilidad y podría provocar un resurgimiento de conflictos internos.
Aunque HTS ha intentado desvincularse de su pasado como filial de Al Qaeda, la organización sigue siendo designada como grupo terrorista por Estados Unidos, la Unión Europea y la ONU. Esto no solo dificulta el levantamiento de sanciones internacionales, sino que también genera escepticismo entre los sirios, especialmente entre las minorías religiosas y étnicas, quienes temen una nueva era de opresión bajo un gobierno islamista.
La reconstrucción económica de Siria es otro desafío monumental. Más del 90 % de la población vive en la pobreza, y el sistema productivo está colapsado tras años de conflicto. A pesar de las promesas de HTS de priorizar la reconstrucción, las sanciones internacionales y la falta de legitimidad del nuevo gobierno dificultan la llegada de ayuda externa. Además, la desconfianza hacia HTS, tanto dentro como fuera del país, podría limitar severamente las inversiones y el apoyo financiero necesarios para reactivar la economía.