La estabilidad política del Gobierno de Pedro Sánchez enfrenta una nueva turbulencia. La relación con los socios independentistas que facilitaron su investidura, especialmente Junts y ERC, atraviesa un momento crítico. Los últimos desplantes en el Congreso, que han resultado en la pérdida de votaciones clave y la retirada de puntos del orden del día, han hecho saltar las alarmas en Moncloa. Ante este panorama, José Luis Rodríguez Zapatero y Santos Cerdán han recibido un nuevo encargo: viajar a Suiza para retomar las negociaciones con las formaciones catalanas en un intento por restaurar el equilibrio.
Desde que el PSOE cruzó la que anteriormente definía como «línea roja» al aceptar la mediación internacional en sus negociaciones con Junts y ERC, este tipo de encuentros se han institucionalizado. Aunque poco trasciende de lo que se discute en estas reuniones bilaterales, en las que se analiza el cumplimiento de acuerdos previamente alcanzados, su periodicidad refleja el delicado entramado de equilibrios que sostiene al Ejecutivo de coalición. El malestar más reciente de Junts, encabezado por Carles Puigdemont, Jordi Turull y Míriam Nogueras, surge de la investidura de Salvador Illa como presidente de la Generalitat, un movimiento que los «junters» interpretaron como una traición que bloquea el retorno de Puigdemont al poder. Este descontento ha llevado a la formación a exigir una renegociación del acuerdo alcanzado en Bruselas, poniendo en jaque la relación con el Gobierno central.
El doble juego del PSOE
Para Moncloa, las reuniones en Suiza no solo son una herramienta para aplacar tensiones, sino también un mecanismo de control político. El PSOE ha utilizado estos encuentros para negociar apoyos cruciales en votaciones parlamentarias. En el caso más reciente, las conversaciones con Junts buscaron asegurar que no bloqueen la próxima votación sobre la senda de déficit, un paso fundamental para los Presupuestos Generales del Estado . La retirada de esta votación en septiembre, tras el rechazo de los independentistas al techo de gasto en julio, fue un duro golpe para el Ejecutivo, que ahora maniobra para evitar un nuevo traspié. Sin embargo, cualquier avance en estas negociaciones parece requerir concesiones. Según fuentes cercanas, cada acuerdo con Junts o ERC implica algún tipo de contraprestación, evidenciando el delicado equilibrio de poder entre Moncloa y sus aliados.
En paralelo, Salvador Illa, presidente de la Generalitat y figura clave del PSC, también intenta tender puentes con Carles Puigdemont. Una reunión entre ambos, prevista fuera de España, busca “encauzar” las relaciones entre el gobierno catalán y el Ejecutivo central. Aunque Illa ha mostrado disposición para dialogar, subraya que este encuentro tendrá lugar «cuando toque». A pesar de las marcadas diferencias ideológicas entre ambos líderes, Illa no ha escatimado en reconocer su respeto por Puigdemont, tanto como persona como dirigente político.