Todavía recuerdo la espectacular inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres 2012. La ceremonia comenzó con un viaje a través de la historia y la cultura británica, dirigida por el aclamado cineasta Danny Boyle. El estadio se transformó en una escena vibrante que incluía desde la revolución industrial hasta la literatura infantil de J.K. Rowling. De repente, la atención se centró en una proyección en pantalla grande: el actor Daniel Craig, en su icónico papel de James Bond, aparecía en el Palacio de Buckingham.
En una brillante mezcla de cine y realidad, Bond se encontraba con nada menos que la Reina Isabel II. La inclusión de la monarca en la ceremonia fue un toque de genialidad que nadie esperaba. Juntos, se embarcaron en una misión secreta, y la audiencia no podía creer lo que veía. La pareja abordó un helicóptero, que sobrevoló Londres, pasando por algunos de los lugares más emblemáticos de la ciudad. La tensión creció cuando el helicóptero se acercó al Estadio Olímpico. Y entonces, en un momento que dejó a todos boquiabiertos, dos figuras saltaron en paracaídas desde el helicóptero, descendiendo elegantemente hacia el estadio.
Una mezcla entre ritual satánico, horteradas woke y vergüenza ajena.
Cómo ha cambiado todo en apenas una década. Sinceramente cuesta describir lo que sucedió en París el pasado viernes. Una mezcla entre ritual satánico, horteradas woke y vergüenza ajena. Entre los muñecos decapitados, las ¿mujeres? barbudas bailando, un pitufo enorme desnudo y una escena de la última cena versión queer caricaturizada por una rolliza y el escroto de un indeseable, no sabía si estaba viendo un acontecimiento olímpico o una película de terror. Menos mal que Zinedine Zidane entregando la antorcha a Rafael Nadal, y la espectacular actuación de Celine Dion, maquillaron el circo aportando un momento de dignidad y respeto.
This is France!, tuiteaba el todavía presidente Macron al poco de acabar el acto. Y desde luego que este horror refleja bien la Francia de 2024. Un ejemplo perfecto de la decadencia de Occidente. Las piezas encajan; Europa está muriendo demográficamente, económicamente, tecnológicamente y, como no puede ser de otra manera, culturalmente. Es cierto que los franceses encabezan el declive y que, por suerte, el resto de países de la Unión están algo más lejos de ese estercolero, aunque sea cuestión de tiempo alcanzarles.
La ceremonia, con su intento de ser moderna y rompedoramente inclusiva, parece haber subrayado más bien una crisis de identidad y una desconexión con las raíces y los valores que una vez hicieron grande al continente. La caída de Europa como potencia global se manifiesta no solo en términos económicos y demográficos, sino también en su capacidad para ofrecer una narrativa cultural unificadora y positiva en el escenario mundial.
La inauguración de unos Juegos Olímpicos es una ventana al mundo, una oportunidad única para transmitir una serie de valores, creencias, cultura, legado, buen gusto, estética y poderío a través del deporte. Es el momento en que una nación puede presentarse en su mejor versión, compartiendo con el planeta su esencia y aspiraciones. Sin embargo, París decidió mostrar una cara muy diferente aunque muy conocida por todos: la decadencia de Occidente.
1 comentario en “ Francia comienza perdiendo los Juegos Olímpicos”
Parece q Francia no tiene nada que contar o de lo q estar orgullosa ( menos mal celine dione y otros momentos bellos) más allá de una inclusión forzada e irrespeto a los católicos. Lo peor es que es una Redflg que indica hacia donde va el mundo. Vergüenza ajena.