Un estudio de la Universidad de Nueva York ha demostrado que trabajar fuera de los horarios estándar perjudica a nuestra salud, aunque las consecuencias no se perciben hasta la edad adulta. Lo que se entiende por horario estándar son aquellas horas comprendidas entre las nueve de la mañana y las cinco de la tarde. Según ha revelado el estudio, trabajar fuera de estas horas, a largo plazo, puede afectar a la salud física y mental, así como a la vida social y familiar.
El estudio se ha realizado durante más de 30 años y ha contado con unos 7.000 casos, utilizando datos de la Encuesta Nacional Longitudinal de la Juventud de 1979. Los datos más sorprendentes determinan que las personas jóvenes que tenían horarios estables y pasaron después a tener turnos cambiantes se deterioraba su salud a partir de los 50.
El estudio determina, además, que aquellos que durante su juventud tuvieron jornadas laborales cambiantes, esto es, que alteraron sus turnos entre las mañanas, tardes y noches, sufrirán las consecuencias en la mediana edad.
Lista de consecuencias
Según la investigación, publicada en la revista Plos One, entre las consecuencias destaca una peor calidad del sueño, mayor fatiga física y también agotamiento emocional. Además, a partir de los 50 años se incrementan los síntomas depresivos de aquellas personas con este tipo de horarios, en comparación con las que trabajan en horario ‘normal’.
La autora del estudio, la doctora Wen-Jui Han, afirma que los horarios de trabajo fuera de lo común están vinculados con la falta de sueño, la fatiga física y el agotamiento emocional, haciendo más vulnerables a las personas a una vida poco saludable. Pero no solo a nivel físico y mental. Ese ritmo de vida también pasa menoscaba la vida social y las relaciones con la familia, manifiesta Han.
«Se supone que el trabajo debe aportar recursos para ayudarnos a mantener una vida decente, pero se ha convertido en una vulnerabilidad para tener una vida saludable debido a la creciente precariedad en nuestras modalidades laborales en esta sociedad cada vez más desigual. Las personas con posiciones sociales vulnerables cargan desproporcionadamente con estas consecuencias para la salud», argumenta la doctora.