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6 Jul 2024
6 Jul 2024
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Los Viajes de Hércules: Hércules en Cádiz

Los pasos de Hércules se pueden seguir, a modo de turista, por cientos de lugares en todo el mundo, en este caso, Cádiz alberga un templo dedicado al héroe

Templo de Hércules en Cádiz

Hércules es un viajero impenitente, no solo en los famosos trabajos, sino también merced a su participación en la aventura de los Argonautas, como uno de los tripulantes de la legendaria nave Argo, entre otras muchas aventuras. Su dominio del espacio, sus veloces desplazamientos y su conocimiento de la geografía más exótica le han llevado a visitar diversos lugares espléndidos y fascinantes en territorios reales y también en lugares que no existe geografía fantástica del mundo antiguo.

Para una evocación veraniega del desplazamiento a una topografía mágica, como la que les propongo aquí, no hay nada mejor que seguir las huellas del héroe que atravesó todos los confines. Los mitos al respecto son muchos y van consignando sus pasos perdidos por todo el orbe, a modo de un turista mitológico. Hércules frecuenta las inmediaciones del río Indo, el lejano país de los Hiperbóreos –ora situado en las estepas heladas del norte, ora en las brumas escandinavas–, los desiertos de Libia, la isla de las Amazonas o la cordillera pirenaica.

Podríamos acompañar al héroe en estos días estivales para visitar, siquiera con la imaginación, algunos de los lugares y enclaves que llevan su nombre, desde Gibraltar a las montañas del Cáucaso, desde el Mar Negro a la Provenza, desde Galicia a Bretaña… Pero qué mejor que empezar por uno de los lugares predilectos del héroe, la antigua Iberia, y precisamente en las inmediaciones de sus famosas columnas. Viajamos, pues, con Hércules a Cádiz.

A orillas de la Bahía de Cádiz, en el actual Sancti Petri, existió en la antigüedad un legendario templo dedicado al gran héroe. Cádiz es sin duda la ciudad más antigua de España y una de las más antiguas de Europa, si no la que más pedigrí al respecto ostenta. Sobre una base incierta de autoctonía se fundó allí un emplazamiento fenicio. El pueblo viajero por excelencia de la antigüedad había llegado del Levante de la región sirio-palestina para pasar por el norte de África y las islas del Mediterráneo occidental, fundando emporios de fábula,  hasta crear la gran ciudad que sigue siendo hoy un cruce de caminos. Solo hay que pensar en las transformaciones de Gadir, Gades o Cádiz entre la edad de las colonizaciones antiguas y la edad de los descubrimientos, en más de veinte siglos de peripecias marineras.

Es cierto que no era el Hércules griego, sino el fenicio, el que en principio plantó sus reales en aquel lugar de paso. Es el Hércules asimilado al dios fenicio Melkart, poderosa deidad trasplantada a todo el Mediterráneo. Pero la fenicia Gadir albergaba también otro santuario de la diosa Astarté, identificada con Afrodita o Venus. El estuario del Guadalete era muy diferente entonces, como lo era el del Guadalquivir, y en aquellos tiempos la isla de Erytheia, «la roja» para los griegos, era una de las islas míticas, de disputada localización. Enfrente había otra isla, llamada Cotinusa por los griegos, acaso la posterior isla de San Pedro, con otros dos famosos templos en sus extremos: al norte, el de Baal-Hamon, asimilado al griego Crono, y al sur el que nos interesa más, el de Melkart-Hércules.

A sus maravillas y construcciones se refieren las fuentes antiguas hasta llegar al medievo, pues, después de la conquista árabe, parece que fue devastado. En la antigüedad tuvo más de un ilustre visitante. La tradición cuenta que Julio César derramó allí amargas lágrimas al ver cerca del templo de Hércules la estatua de Alejandro Magno, lamentando su inacción y no haber logrado aún nada digno a la misma edad en que Alejandro ya había conquistado el mundo.

La noche anterior, por cierto, César tuvo un sueño inquietante (había soñado que violaba a su madre) y los intérpretes de oráculos le tranquilizaron prometiéndole el imperio del mundo, porque la madre que había visto poseída por él no simbolizaba otra que la Tierra, madre de todos. La anécdota la cuentan Plutarco y Suetonio. Es claro que César, como antes el propio Alejandro en sus conquistas, deseaban emular al conquistador y viajero impenitente que fue Hércules, el maestro del espacio geográfico.

El castillo de Sancti Petri es un enclave mágico de la geografía legendaria hollada por Hércules que merece visitarse hoy. Las dos playas que lo flanquean, el faro, las vistas de magníficas puestas de sol, forman un escenario sobrecogedor que nos recuerda las aventuras del cruce del umbral del héroe. Heracles sigue el curso solar, entre el lejano oriente, la Anatolé, o sea, la «tierra del amanecer», y la misteriosa Hesperia, o «tierra del atardecer». La entrada de la bahía gaditana permite disfrutar a la par de naturaleza terrestre, excursiones marinas, historia, ocio y gastronomía. Qué mejor, así pues, este verano que seguir los inquietos pasos de nuestro héroe por la geografía legendaria, desde Iberia al plus ultra.

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