El viernes, el Departamento de Justicia estadounidense informó que Farhad Shakeri, un afgano residente en Teherán y miembro «activo» de la Guardia Revolucionaria, fue señalado como el principal acusado de liderar una red criminal con el fin de ejecutar un atentado contra Trump. Según la denuncia, Shakeri mantuvo una conversación telefónica con el FBI, en la que reconoció haber recibido instrucciones el 7 de octubre para preparar un plan de asesinato contra el expresidente, aunque aseguró no haber considerado llevarlo a cabo «en el marco de tiempo propuesto por la Guardia Revolucionaria». Esta declaración, no obstante, arroja dudas, ya que contradice la versión oficial del FBI y no esclarece completamente su relación con el plan.
En respuesta a estas acusaciones, el portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Esmail Baghaei, rechazó de manera categórica cualquier implicación del gobierno iraní en un intento de asesinato, calificando las acusaciones como «completamente infundadas». Para Baghaei, esta es otra de las tantas «repugnantes conspiraciones de los sionistas y círculos anti-iraníes» para empeorar la ya tensa relación entre Irán y Estados Unidos.
Baghaei recordó que Washington ha formulado en diversas ocasiones acusaciones similares en el pasado, las cuales, según él, han resultado ser falsas. En su declaración, el portavoz sugirió que esta acusación actual no es más que una estrategia política diseñada para aumentar la presión internacional sobre Irán, en un contexto en el que ambos países aún lidian con las secuelas de incidentes recientes, incluyendo la muerte del general Qasem Soleimani en 2020.
La relación de enemistad entre Irán y Estados Unidos se ha deteriorado significativamente desde aquel fatídico día de enero de 2020, cuando Soleimani, comandante de la Fuerza Quds brazo exterior de la Guardia Revolucionaria iraní fue asesinado en un ataque selectivo ordenado por la administración Trump. Desde entonces, las autoridades iraníes han expresado reiteradamente su deseo de vengar la muerte de Soleimani, convirtiéndose en una de las principales fuentes de preocupación para Estados Unidos.
El suceso de este fin de semana se suma a una serie de advertencias de inteligencia realizadas previamente. En septiembre, la campaña de Trump ya había informado que funcionarios de inteligencia estadounidenses alertaron al entonces candidato sobre amenazas reales y específicas de Irán, que supuestamente buscaban atentar contra su vida.