La fiscalía ucraniana registra, desde 2022, al menos 90.000 casos de deserción o ausencia sin permiso. En 2024, la tendencia ha mostrado un incremento notable, según fuentes oficiales. La falta de efectivos en el ejército de Ucrania se ha convertido en un problema ante las fuerzas rusas, que cuentan con mayor número de soldados y mantienen operaciones agresivas en el frente.
El temor al frente oriental
Oleksandr, de 45 años, abandonó las líneas de combate en la región de Lugansk. Relata cómo vio a compañeros morir bajo el fuego ruso y temió que un contraataque fuera su sentencia de muerte. Describe con voz suave que su pelotón no tenía experiencia militar, sino que eran “gente normal, trabajadores”. Este soldado regresó posteriormente al frente pese a las advertencias de sus allegados, motivado por la culpa al ver a otros jóvenes ofrecidos a la guerra.
El caso de Sergiy Gnezdilov, de 24 años, pone otro ejemplo de deserción. Expresó en redes sociales su rechazo a la conscripción indefinida tras haber servido cinco años en el ejército. Las autoridades calificaron su postura de “inmoral” y lo detuvieron, enfrentándose a una pena de 12 años de cárcel. Gnezdilov reclamaba condiciones claras de servicio o el cumplimiento de un límite de edad para continuar.
Buch, de 29 años, cuenta que desertó tras ser herido en la liberación de Jersón a finales de 2022. Habla del estrés constante bajo bombardeos y de cómo el deterioro mental avanza con cada ataque. Pese a todo, terminó por volver al frente debido a la responsabilidad que sentía con sus compañeros.
El Parlamento ucraniano aprobó en agosto una amnistía para quienes retomen su puesto en el ejército. Las 47º y 53º brigadas anunciaron en diciembre su disposición a reintegrar a soldados que abandonaron la línea de combate. La fiscalía calcula que 8.000 de estos militares regresaron a sus unidades.
Nuevo entrenamiento y apoyo psicológico
Algunos desertores señalan que las fuerzas armadas ucranianas han mejorado en capacitación médica y militar desde el inicio de la invasión. Algunos superiores han cambiado su trato hacia la tropa. Siver, un comandante del 1º Batallón de Asalto Separado, conocido como Da Vinci, opina que la atención psicológica también puede ayudar a sobrellevar las semanas en las trincheras, en medio del frío, el barro y la escasez.
Varios soldados que regresaron al frente mencionan el remordimiento como una razón de peso para volver, aun sin certezas sobre el futuro. Oleksandr recuerda cómo su entorno prefería verlo en prisión antes que muerto, mientras Buch enfatiza que el miedo a dejar a compañeros atrás pesa más que el temor a enfrentar un tribunal.
Siver percibe que aumentan los reclutas forzosos y que no todos están preparados para el combate. Muchos veteranos resultaron heridos o fallecieron, dejando un hueco difícil de llenar. No existe una fórmula inmediata para frenar la deserción, y los testimonios de quienes vuelven al frente reflejan el desgaste prolongado de un conflicto que se alarga sin un desenlace claro.