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8 Ene 2025
8 Ene 2025
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Tiempos de cambio

Está claro que, tras largos y duros años de “dictadura políticamente correcta”, los vientos soplan al fin a favor de la libertad

Elon Musk completó la compra de Twitter en octubre de 2022 con el objetivo de garantizar un derecho básico de todo individuo, la libertad de expresión, y eso lo cambió todo. El dueño de Tesla, uno de los hombres más ricos del mundo, desembolsó la elevada suma de 44.000 millones de dólares para hacerse con esta red social entre críticas de todo tipo y lo cierto es que, dos años después, el empresario no sólo ha cumplido su palabra de acabar con la aberrante censura ideológica que impone el «wokismo», sino que ha reestructurado la compañía de arriba abajo con gran éxito para que lo que hoy se conoce como X se convierta en la principal plataforma de comunicación del mundo.

Pocos se acuerdan ya de cómo era Twitter bajo su anterior directiva progre. Y es que, a diferencia de lo que sucede hoy, la censura era la norma. Con la excusa de moderar contenidos “ofensivos”, la compañía adoptó una estricta política de supervisión por la cual llegó a cerrar miles de cuentas y millones de mensajes contrarios al discurso dominante de corte izquierdista. Tanto es así que hasta suspendieron la cuenta del nuevo presidente electo Donald Trump e incluso eliminaron información relacionada con la pandemia siguiendo las directrices de la Administración Biden.

Entre los Twitter Files que reveló Musk tras hacerse con la empresa, destaca especialmente la ocultación de los escándalos relacionados con Hunter Biden, el hijo del presidente, coincidiendo con las elecciones presidenciales, en 2020, para favorecer al bando demócrata. Los documentos internos también mostraron que Twitter actuó bajo las órdenes de diferentes agencias gubernamentales para censurar, eliminar o silenciar determinados contenidos críticos y molestos para la Casa Blanca, evidenciando así la ausencia de imparcialidad política en esta red social, llegando incluso a modificar los algoritmos de búsqueda.

Todo esto, como es lógico, fue visto por Musk como una grave amenaza contra la libertad de expresión a nivel general, dado que Twitter contaba con cientos de millones de usuarios y tenía un gran potencial para convertirse en uno de los principales medios de comunicación del planeta. Es justo ahí cuando decide intervenir comprando la compañía a fin de restaurar el debate y la opinión libres, sin injerencias ideológicas ni políticas de por medio. Y una de sus primeras decisiones fue, precisamente, sustituir el particular sistema de censura vigente hasta entonces por las “notas de la comunidad”, de modo que los propios usuarios se encargasen de desmentir, corregir o aclarar la información falsa o tergiversada publicada en la red.

Se pasó de un modelo de supervisión vertical, donde la moderación de contenidos se efectuaba en base a los criterios, siempre arbitrarios y subjetivos, de la cúpula directiva, a otro muy diferente sustentado en la autorregulación de los propios usuarios, mucho más neutral y, sobre todo, eficaz a la hora de combatir los bulos y la desinformación sin necesidad de limitar la siempre fundamental libertad de expresión.

El tiempo ha terminado dando la razón a Musk y los cambios introducidos en X han funcionado tan bien que Mark Zuckerberg acaba de anunciar que seguirá sus mismos pasos en sus redes sociales, como Instagram o Facebook, puesto que va a prescindir de su programa de “verificadores de datos”, al más puro estilo Newtral de Ana Pastor, para implantar igualmente las “notas de la comunidad”. De este modo, los propios usuarios de Facebook o Instagram podrán señalar publicaciones potencialmente engañosas aportando más contexto mediante sus notas y, al mismo tiempo, votar si tales aportaciones resultan o no útiles y valiosas para que advertir al resto de usuarios.

Sin embargo, lo más relevante es el mensaje de fondo lanzado por Zuckerberg, al afirmar que desea “abrazar la libertad de expresión” y eliminar la excesiva “censura” que, por desgracia, había terminado instaurando su fallido sistema de verificadores externos. Está claro que, tras largos y duros años de “dictadura políticamente correcta”, los vientos soplan al fin a favor de la libertad.

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