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8 Jul 2024
8 Jul 2024
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«Saldremos mejores»… ¡los cojones!

Durante meses 700 personas al día no lo consiguieron. Pero saldríamos mejores. Y más fuertes, tuiteaba un ufano Pedro Sánchez, hablando no sé qué a cuento, de «generosidad»

Dijeron, cuando la puñetera pandemia de marras, esa frasecita vomitiva y pastelosa de que «saldríamos mejores». Cuando nos hacían aplaudir como focas a la caída de la tarde tapando con ese solidario ruido la incompetencia de nuestros gestores a todos los niveles (¡porque los prebostes de la Unión Europea se columpiaron pero bien!), mientras que profesionales de cualquier condición estaban luchando, unos contra esa peste que Dios confunda y tenga en el último círculo de Satán al responsable, otros por sobrevivir meramente: trabajadores, autónomos, empresarios… Por no hablar de los que lucharon simplemente por su vida. Durante meses 700 personas al día no lo consiguieron. Pero saldríamos mejores. Y más fuertes, tuiteaba un ufano Pedro Sánchez, hablando no sé qué a cuento, de «generosidad». Qué bonito. Al oírle a mí al menos se me venía a la cabeza imaginar al presidente con pantalones anchos azules y una camisa blanca, danzando por verdes prados mientras exclamaba: «¡Oh! Mírame. Estoy haciendo feliz a la gente. Que bien, ¡Soy un hombre mágico! ¡Del país feliz, de la casa de gominola de la calle de la piruleta!».

Lo peor es que no acababa la frase del mítico Homer Simpson con un «por cierto, estoy siendo sarcástico», como en el episodio que recuerdo. Qué va. A lo mejor podría decir que estaba siendo cínico. A lo peor se lo creía de verdad. Como tanta buena gente que comenzó a convertirse en los famosos balconazis, guardianes SS pero sin el glamur de ir vestidos de Hugo Boss, que se desgañitaban cuando veían dar el paseo que a ellos les estaba vedado por no tener perros. Perros que miles llegaron a los hogares humanos provenientes de perreras que se vaciaban por ávidos neodueños que no tenían más empeño que burlar la ley de un confinamiento ilegal, y por cuya inconstitucionalidad nadie respondió, por cierto. Perros que no sabemos cuántos acabarían en las calles abandonados cuando ya no eran necesarios como excusa. Porque saldríamos mejores. Pese a que las familias quedaron divididas, los abrazos, cancelados. Y la soledad hizo estragos mentales, sobre todo en los más jóvenes. Pero un futuro prometedor era la meta a la que esta sociedad machacada por la enfermedad se encaminaba con toda la ilusión de un Eliseo al final del camino.

Polarizados como nunca

Y no tenemos más que verlo. Hemos salido polarizados como nunca. Con la única mira que la que enseña al sobreviviente de una catástrofe: el egoísmo. El buscar salvarse del naufragio. El convertirse en depredador. El no querer mirar atrás para no tener que encontrar reflejado tu miseria en los iris de aquellos que dejamos atrás. Hemos desarrollado la parte del cerebro reptiliano para sobrevivir a costa de no importarnos los demás. Y en nuestros particulares fanatismos usamos nuestros prejuicios e ideologías para montarnos coartadas para creernos solidarios. Lo somos con Palestina, pero nos importan una higa lo que pase o haya pasado en la República Centroafricana con los cristianos; o con los musulmanes rohingya en Myanmar; o con los yazidíes en Irak. Porque somos más falsos que euros de corcho y sólo nos viene bien lo que a nuestro traje solidario nos afecte para mostrarnos soberbios contra el otro. El enemigo. Y por eso supuramos mala leche como nunca y lo vemos en nuestras ciudades. En los trenes y autobuses. En las calles… Sonreímos, pero como hienas dispuestas a clavar la dentellada tras esa falsa sonrisa.

Para mí que hemos salido mejores por mis gónadas colganderas que lo hemos hecho. Aunque no me hagan caso. Lo mismo es que he tenido un mal día y son cosas mías. Porque en verdad sí que hemos salido mejores, ¿no? ¿No?

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