Alternativa para Alemania es uno de los partidos más curiosos del panorama europeo actual, tanto por sus constantes cambios de rumbo, como por su reciente capacidad de aunar numerosos perfiles de votantes. Y es que la formación, definida por algunos como neonazi, ha logrado hacerse con el control del estado -o “lander”- de Turingia el pasado 2023 con un 53% del voto, pese a la oposición de todas las demás formaciones relevantes.
Aun así, lo más curioso de la formación ha sido como esta ha ido cambiando constantemente, adaptándose a los diferentes vientos del momento para lograr atraer a la mayor cantidad de gente posible, y así lograr desbancar a la CDU en los clásicos bastiones de la derecha tradicional.
El partido “de los profesores”
AfD se funda en el año 2013 por un conjunto de individuos bastante curioso. Todos los fundadores, entre los que destacan Alexander Gaurland y Bernd Lucke, poseían una formación exquisita. Siendo personas prestigiosas en el mundo académico, profesores de algunas de las mejores universidades del país y escritores muy prolíficos.
Así, aunque su movimiento siempre fue euroescéptico, buscaron separarse en un comienzo de la etiqueta “extrema derecha”, afirmando defender un liberalismo clásico, discurso que en los años siguientes cambiaría.
Este “partido de profesores” se alineó con una corriente muy euroescéptica, defendiendo la eliminación de la moneda común y la protección de las fronteras alemanas frente a la inmigración proveniente del este de Europa y del Medio Oriente.
En todo caso, la retórica del partido era muy académica y tuvo relativamente poco éxito en los años iniciales. Así, AfD obtuvo más o menos un 10 por ciento del voto en los comicios de los diferentes estados alemanes en el año 2015, y un 7% del voto en las elecciones europeas de 2014, obteniendo 7 eurodiputados. Aunque en un comienzo se sumaron a la formación Conservadores y Reformistas, fueron expulsados en 2016 por sus opiniones radicales.
Las luchas de poder
En el año 2015 el partido enfrentó su gran impase ideológico. El partido se dividió en dos. Por un lado, los moderados, de carácter liberal, organizados alrededor de Bernd Lucke, y los sectores más extremistas, alrededor de Frauke Petry.
En general, esta división se produjo alrededor tanto de la economía, pues los moderados defendían el liberalismo a ultranza frente al estatismo de los radicales, como de los asuntos raciales. Y es que, si bien ambos estaban en contra de la inmigración, el sector de Petry, derivado de la organización antislámica PEGIDA, optaba por la segregación efectiva de la población de origen islámico.
Esta situación se zanjó con la desaparición de Lucke y la victoria de Petry, que comenzó a reorganizar la formación de acuerdo a sus ideas, bastante alejadas de las propuestas liberales, y fervientemente nacionalistas.
Retórica Nazi
Es en este momento cuando se comienzan a observar los acercamientos con ciertas posturas nazis que, aunque algunos miembros y cargos ya tenían, la dirección del partido había tratado de frenar.
Björn Höcke, co-presidente de AfD en Turingia, fue bastante atacado por Lucke por sus inclinaciones nazis, no obstante, desde la caída de este, ha dado rienda suelta a sus planteamientos. Así, ha abogado por la creación de un “espacio vital” para los alemanes. En concreto, sus declaraciones, en relación con la inmigración, iban dirigidas a “utilizar de una forma óptima el espacio vital”.
También es un fuerte opositor a la idea del Holocausto, alegando que es “vergonzoso” que exista un monumento a las víctimas en Berlín. Ha remarcado de la misma manera que no puede ser que “se describa a Adolf Hitler como `la encarnación del mal absoluto`”. De hecho, en la actualidad está siendo juzgado por utilizar el lema de las SA -la brigada de asalto nazi- como eslogan de campaña.
La formación se ha ido acercando a formaciones radicales como: Generación Identitaria, dirigida por el neonazi austríaco Martin Sellner, o el ya mencionado grupo PEGIDA, destacada formación asociada a la xenofobia e incluso actos violentos.
Un nuevo liderazgo
Estas medidas fueron, en general, un fracaso en los primeros meses. El partido perdió casi el 10% de su militancia, cerca de 2000 miembros, así como numerosos diputados y eurodiputados abandonaron de forma inmediata la formación.
El resultado en las elecciones fue igualmente decepcionante, bajando en todos los estados en los que se presentaron. No obstante, la retórica antiinmigración acabó calando y en el contexto de las elecciones de 2016 superó el 10% de intención de voto a nivel federal, obteniendo porcentajes de entre el 15% y 20% del voto en las elecciones de los estados.
Aun así, la política de Petry comenzaba a generar rechazos entre la formación y comenzaron a destacar dos figuras particulares. Ambas muy radicales, pero con un perfil más profesional y moderado, alejado del filonazismo anterior.
Así, tras la dimisión de Petry en 2017, fueron aupados los líderes Tino Chupralla y Alice Weidel. Si bien el primero parece el clásico candidato de AfD, la segunda destaca por su curioso perfil.
Weidel tiene un pasado en las grandes firmas de inversión, habiendo trabajado en Goldman Sachs y Allianz, con una educación en Economía y Administración de empresas.
También de su perfil destaca su orientación sexual, pues es lesbiana y una ferviente defensora del feminismo, si bien lo hace desde una óptica conservadora. Así, alega que el matrimonio debe ser sólo entre hombre y mujer, apoya tanto las uniones civiles como las formas de vida “alternativa”.
Sus posiciones económicas también representan un cambio en la deriva, pues si bien parece más conservadora que los fundadores del partido, defiende una visión profundamente liberal, afirmando ella misma que sus referentes políticos son Hayek y Margaret Thatcher.
Desde que comparte la co-presidencia con Chupralla, ha llevado a cabo una relajación del discurso, evitando la alineación con formaciones radicales y tratando de justificar la presencia de AfD en los órganos institucionales.
Lemas sobre la familia, la libertad y la nación alemana han ido sustituyendo paulatinamente a las expresiones más brutales de xenfobia y, sobre todo, la retórica neonazi. En este sentido, acercando posturas con el FPO austríaco y con otras formaciones euroescépticas como el Fidesz de Orbán.
